Tras una semana en Francia, cerca de Moulins, habiendo probado tantos quesos como era humanamente posible, me preguntaba qué hace tan especiales las prebodas internacionales.
Y creo que la respuesta es el tiempo y la confianza que se crea con la pareja al abrirnos las puertas de su casa, de su vida y compartir así su historia de amor.

Flo y Hadrien viven en lo que es un paraíso para mi, hectáreas de campos aún verdes en el mes de julio, con 5 caballos, dos perros maravillosos, patos, gallinas y un huerto en plena producción.
Llegué a su casa y me contaron su historia mientras paseábamos por las praderas de su propiedad, hicimos una barbacoa, y cuando la luz estaba en su mejor momento, fuimos a ver a los caballos, a pasear y jugar con sus perros al atardecer mientras yo hacía fotos.
Todo fluía, todo era real y natural. Brillaba el amor entre ellos, y el de sus caballos que no se separaban ni un momento.





































Volvimos casi de noche, pero mi intuición me decía que las mejores fotos podían estar aún por llegar, en la hora azul, ese momento en el que los tonos verdes se apagan y el pelaje de los caballos brilla de otra forma.
Ellos estaban disfrutando tanto como yo, así que seguimos hasta bien entrada la noche. Terminé disparando a ISO 25.600, descubrí nuevas posibilidades con mi cámara en condiciones bajísimas de luz, y sobre todo, me divertí muchísimo creando algo diferente.
Volvía en el avión con una sensación eléctrica, deseando llegar a casa y ponerme a editar las fotos de Flo y Hadrien. ¡Y aún falta la boda!






